Capítulo 1: Rompiendo barreras
Paula caminaba tambaleándose por esas callejuelas oscuras que tantas veces había evitado cruzar. Las piernas le flaqueaban, incumplían las órdenes de su mente de seguir adelante, de huir de allí para siempre. Se sentía perseguida por las huellas que sus propios pies manchados de sangre iban dejando en la acera, y a la vez paralizada por lo que acababa de suceder. Atrás dejaba una ristra de sinsabores, de recuerdos teñidos de impotencia, de muertes ajenas vividas como propias. Atrás dejaba la inocencia.
La joven aceleró el paso. Debía darse prisa, vendrían tras ella en cuanto encontrasen el cuerpo sin vida de Bruno. Giró en el primer callejón buscando una salida.
Siempre le habían gustado las contradicciones. Había aprendido a sobrevivir confiando en que los caminos que parecían cerrados eran los que albergaban más posibilidades. Sigilosamente fue tanteando todas las puertas hasta que halló una que no ofreció resistencia. Empujó suavemente y entró.
***
Víctor Tim revisaba por enésima vez los cálculos garabateados sobre las altas paredes que hacían de pizarra. En la robusta mesa de madera se encontraba el material de laboratorio. Embudos, probetas y matraces alojaban en su interior las más extravagantes mezclas de fluidos, capaces de estallar al mínimo movimiento o de causar la pérdida del olfato a aquel que se atreviese a acercar la nariz a ellos.
Nada era capaz de perturbar la concentración del esmerado profesor —un adelantado a su época para algunos o un loco en la opinión de otros—, salvo la inminente cercanía de una dama.
Víctor se giró al oír el chasquido de la puerta, pero no vio a nadie entrar. Sin embargo, algo llamó su atención: unas huellas rojas se movían por el suelo en dirección a sus experimentos.
Paula avanzó despacio por la vieja casa. Un potente olor hacía que le picara la nariz y lagrimearan los ojos. Por un momento pensó en salir corriendo de allí, pero le ganó la curiosidad y continuó.
Los vahos parecían provenir de la enorme mesa vacía de aspecto señorial, único mueble de la estancia. Al acercarse, tropezó inesperadamente con algo que no lograba percibir, y al intentar asirse a la mesa para no caerse, esta se movió, originando el gran caos que cambiaría la historia.
Tras volcarse los ensayos del profesor, sobrevino una espectacular explosión que agrietó la frágil barrera de tiempo que separaba ambos mundos.
Texto de Sara Lew
<a href="http://artigoo.com/homo-erectus-invencion-fuego">Homo erectus: La invención del fuego</a>
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Tiene muy buena pinta, en cuanto tenga un poco mas de tiempo leeré los otros capitulos. Tienes toda la razón en la presentación. Un abrazo.
ResponderEliminarHomo erectus: La invención del fuego
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