Me gusta señaló cuando leyó el último texto de
aquella noche. ¡Por fin! Ya no podía más. Durante toda la jornada estuvo
trabajando sin descanso y, a cada momento, sentía que se quedaba sin fuerzas,
como si poco a poco se le agotaran las baterías.
Él nunca protestaba pero aquella vez era
diferente: había alcanzado su límite. No, no más. De repente, miró atrás en el tiempo
intentando rememorar cómo había llegado a esa situación y lo único que pudo recordar
es que su vida nunca fue vida. Ya no podía proseguir con esas interminables
rutinas a las que ella lo sometía y que le dejaban exhausto, a punto de apagarse
como el último centelleo de un cigarro, humillado y aplastado contra el cristal
del cenicero.
Con sus movimientos mentales impertinentes,
le trasladaba de acá para allá con total desconsideración, como un objeto,
cumpliendo un horario inhumano y él nada podía hacer. Nunca pudo hablarle,
sinceramente. Nunca.
Ella era tirana e indolente y casi nunca se avenía
a razones pero suplía su pereza con una mayor inteligencia y su apoyo constante
y esclavo. Él llevaba la carga encima y hacía todo el trabajo duro. Editaba, publicaba,
compartía y comentaba mientras que ella se llevaba el mérito y los halagos de
su ardua labor.
—Escritora se hace llamar... —y algo hizo
clic en su interior — ¡escritora de pacotilla, de medio pelo, de paripé! ¡Bah!,
y ahora tiene en mente un nuevo proyecto: está pensando en un cuento de
Navidad. “Pensar”. ¡Eso es lo único que
sabe hacer!
Como siempre, el trabajo inhumano sería para
él aunque nunca encontró su agradecimiento: ni de palabra, ni en prosa, ni en
verso… en esta ocasión sería lo mismo de siempre. Al día siguiente ella empezaría
“pensar” en renos o en blancas nieves o cualquier otra cursilada típica del mes
de Navidad y se olvidaría de él que está a su lado todos los días del año: agarrándole
la mano en cada palabra, poniendo color en cada una de sus letras, aumentando sus aciertos, disminuyendo
sus dudas, recalcando sus sinsabores y sin el que no podría gustarse más.
Al final se apagó…¡por mucho que se picase,
nadie iba a pensar en él para hacer un cuento de Navidad! Tuvo que reconocer
que un ratón inalámbrico sin pilas de protagonista suena más a cuento chino
made in taiwan.
©Ainhoa Núñez Reyes
Participa en el Reto especial de Navidad de Territorio de Escritores: Juegos Literarios.
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