Salir del armario
Desde niño lo intentó. Primero, ocultarlo y, después: gritárselo al mundo entero, pero nunca importó cómo lo hiciera ni cuánto lo intentase, siempre le faltaba el aire para pronunciar las palabras justas y el temor a que se quedaran dentro se fue haciendo más fuerte en su interior. Con los años aprendió a vivir entre trajes de paño fino y vestidos de satén, y desarrolló una faceta turbia que le llevaba a descontarse segundos al reloj con la seguridad de que los podría recuperar en el tiempo con solo agarrar el pomo, girar la muñeca y salir del armario. Por entonces no sabía que los armarios están dentro de otros armarios más oscuros y siniestros.
Ainhoa Núñez Reyes