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lunes, 21 de octubre de 2013

El miedo es...

ilustración, dibujo, blanco y negro
A vueltas: ©Puñués


El miedo es estar en casa un domingo y, mientras haces trencitas a tu hija pequeña, te distraes mirando cómo se la pega Fernando Alonso en Magny-Cours. ¡Diooos!, ¡qué cabreo!, ¡si no llevase “una burra” se iba a enterar el Chumaker o Schumacher, o cómo sea que se diga! Toda la semana esperas a la carrera: ansiosa, nerviosa, esperanzada a ver si de una vez David se merienda a Goliat, ¿¡para esto...!? ¡Me cago en los inconvenientes! Pues bueno, ¡a otra cosa mariposa!, y dejas lo que hacías, no sin las protestas lógicas de la guaja. ¡Cariño, no te enfades!, luego sigo, ahora vamos a comer, le dices.


Al tiempo que preparas una salsa de aceite, vinagre y pimentón para las puntillas fritas, continúas enredando la madeja. ¡Qué fallo más tonto!, ¿en qué estaría pensando el Nano para acercarse tanto al muro?, ¡cuándo no es por una cosa es por otra!, y pones al fuego la sartén con el aceite para que se vaya calentando. Sacas los cubiertos del cajón; los vasos y platos de la alhacena y, acercas arrastrando la trona a la mesa. Entretanto, ves venir a tu pequeña revoltosa que va enseñando las manos limpias, aún mojadas, por encima de su cabeza. Te ríes y al girar para ver cómo está la sartén, un extraño mareo frío te atrapa. 

Retiras la sartén del fuego por si acaso. La sensación avanza, crece... Te tienes que sentar en el banco de la cocina. Te tumbas y mientras oyes la voz lejana de tu marido que pregunta: “¿Qué te pasa, cari?” Cierras los ojos e inmediatamente los vuelves a abrir. Allí está la vecina que apareció por arte de birlibirloque. Ella, con cara de asustada, pincha tu dedo con una lanceta de análisis de glucosa y tú te das cuenta que no lo sentiste. Algo le pasa a tu mano, está acolchada, hormiguea y empieza a tiritar. Todo tu cuerpo tirita. 

Te pones de pie y apagas la vitrocerámica. Empiezas a sentir ruidos distantes que se acercan, casi los entiendes, casi pero no… Se aproximan, se aproximan, ¡ahora sí!, y dicen: “¡Cari, cari!, ¿qué tal estás?” Bien, te oyes contestar: y siguen: “¿Vamos al médico?” Tú asientes con la cabeza. 

Coges una chaqueta del perchero. Te cuesta sentirte cómoda con ella. Vas al baño, te lavas las manos y la cara, están muy sudadas. ¿Cómo puede ser si tienes frío? Miras al espejo que te devuelve una imagen difusa de ti. Te pareces pero no eres tú. 

Tardas tres minutos en llegar al consultorio. Tu marido se queda aparcando. Caminas por inercia, te vas dejando llevar como un barco en alta mar por las olas. Tus pies no llegan al suelo porque sientes que algo va tirando de ti hacia arriba. Caminas, caminas, arrastrando tu cuerpo, con el alma de puntillas.

Necesitas sentarte antes de que el vértigo se apodere de ti. Entras en la consulta y te sientas en la silla que ves más próxima. Dices tu nombre, lo que sientes, y entonces contemplas la cara, poco prometedora de desconcierto de la doctora que se levanta y le dice a tu marido: “¿Esta chica siempre es así?” ¿Así?, ¿cómo que así? Te levantas indignada para contestarle como se merece y, al hacerlo, notas que tu voz no suena igual. Los sonidos se enmarañan, se atascan, se ralentizan hasta que dejan de existir. Algo llegó. Tú lo sabes. El miedo te atrapa y tú quieres huir. ¿Huir?, ¿pero cómo?, y, ¿a dónde? ¡No, no! Esto no está pasando. Te quieres despertar y corres sin ir a ninguna parte porque una pierna te falla. Te sientes caer al suelo. Cierras los ojos por un segundo y, otra vez aparece la magia… 

Ahora estás sobre una camilla y tienes puesta una vía en el brazo izquierdo. Todos te miran como si estuviesen mirando a otra persona. Te sientes lejana, fuera de ti y tú quieres volver. ¿Qué te pasa? Intentas incorporarte pero tu cuerpo no te obedece. Te sientes atrapada internamente. Llega la angustia. Va oprimiendo tu garganta, acelera tu corazón. Quieres gritar pero no puedes. Ese horror que sientes dentro se va apoderando de ti. Palpita, palpita y se retuerce. Se arrima a tu costado y se lo lleva. Todo tu cuerpo le pertenece, te lo robó. Sólo tu marido parece darse cuenta de lo que estás sufriendo y se resiste a creer lo que dice la doctora. Ataque de ansiedad, ataque de ansiedad, ataque de ansiedad. Las palabras se repiten en tu mente confundida cuando oyes decir a tu voz interior: no, no es eso, lucha, lucha, pero… ¿cómo?, ¿con quién? 

Después de discutir mucho la doctora, por fin, te manda al hospital. 

La ambulancia suena a tu alrededor, el mundo se difumina, se aleja, se quiere ir. Tú te resistes de la única manera que encuentras y te niegas a cerrar los ojos. No quieres cerrarlos. Tu mente te dice que si los cierras, no los volverás a abrir, que si los cierras, tú no serás más tú.

Llegas al hospital. El traqueteo de la camilla parece amortiguado por esa extraña bruma que envuelve todo: los pasillos, las luces, los olores, las caras... Allí nadie pregunta. Te miran y parecen saber lo que te pasa. Si lo saben, ¿por qué se callan? Tú quieres saberlo. Lo necesitas… pero nadie te dice nada. Te llevan, te traen sin hablar contigo, como si no existieras... Entonces, lo piensas. ¿Estaré muerta? Gritas, ¡estoy aquí!, pero tus labios no se mueven. Nadie te oye. Agarras con un esfuerzo supremo a una enfermera y le quitas el bolígrafo del bolsillo. Ella parece entender y te acerca una hoja mientras te dice: ¡no vas a poder! 

¡Ja!, le dices con la mente, ¿qué no?, ¡ahora verás! Intentas escribir una y otra vez, hasta que cansada, te das cuenta que, ya no sabes escribir, ni hablar, ni moverte. Lloras teniendo la certeza de que hasta ese momento, no sabías lo que era llorar, ni siquiera quién eras, ni lo que podías superar.

En este instante ya sabes que el monstruo ha venido. Sientes su dentellada feroz atravesándote la cabeza. Acostúmbrate. Llevarás su cicatriz el resto de tus días.






©Ainhoa Núñez
bailarinas de ballet, pintura del cuerpo, arte, pintura, relatos, poesía, escultura, dibujo, carbocillo



16 comentarios:

  1. Pufff, que situación mas agobiante, me has transmitido parte de esos sentimientos al leerte, espero que al final quedara todo eso en nada. Un abrazo compañera.

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  2. Más que miedo es terror, es una situación agobiante, demasiado.
    Has conseguido transmitir todo ese pánico, Ainhoa.
    Besazos.

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    1. Gracias, Aurotatris,por tu visita. Era lo que intentaba transmitir.

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  3. Me alegro mucho de que hayas decidido tomar este camino Ainhoa y de que compartas y nos hagas partícipes de una manera tan profunda de todo lo que llevas dentro.
    Todo se resume en que a veces es necesario dejar salir para hacer sitio y empezar con ello a recibir.
    Con ello has demostrado lo valiente que eres y lo mucho que tienes que enseñar.
    Un fuerte abrazo!

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    1. Gracias, Juan, el relato ya tiene unos años y está publicado en mi libro de cuentos. Poca gente sabe que es autobiográfico, lo metí entre los cuentos para que pasara desapercibido,ja,ja. Supongo que ya llegó el momento. Un saludo, caio.

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  4. Es el primer relato tuyo que leí, y quedé prendada,fascinada,y sumida en el hielo que transmiten tus palabras... Ese día supe que eras especial,y sigues siéndolo para mi.. Gracias por volverlo a traer y recordarme una vez más lo mucho que te quiero...

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    1. Sí, amiga. Tú supiste verme y me ayudaste como jamas nadie me ha ayudado, Moni, también estuvo ahí. En los peores momentos de mi vida, y por eso te quiero más. Siempre apareces en los malos momentos, y cuando me ves bien, me dejas volar. Soy una acuario con ascendencia en tauro con mucha suerte. Por mi forma de ser estoy condenada a no tener amigos, pero amigos de los buenos, ya me entiendes. Solo Moni y tú me habéis visto desnuda.
      A veces pienso que debería buscar amigas que estuvieran más cerca para poder tomar café... pero no me nace ese amor necesario para poder estar tan a gusto como con vosotras. ¡Qué le vamos a hacer! Por cierto, no paro de conocer porteñas, hay una especie de atracción fatal entre nosotras, ja,ja. Te echo de menos, ojalá el tiempo nos junte, y podamos envejecer tomando matecitos y panes de Moni, bajo la luz de mis velitas y el olor a tus sahumerios. Suena geniaaal. TQM, Ale.

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  5. Querida Ainhoa ahora soy yo quien está impactada y emocionada. pensaba que mi entrada era durilla pero leer la tuya ha sido una experiencia increíble que ni siquiera sé como expresar. Como una especie de conexión o de hermandad a través de nuestras experiencias con nuestros monstruos. Cada palabra que escribes la he sentido, la comprendo y la has plasmado de manera valiente, con una valentía que yo no conseguí llegar y que a ti te alza, haciendo que me sienta sumamente orgullosa de que puedas poner palabras a lo que sentí. Ese miedo, ese intentar decir al mundo que sigues entre ellos... Gracias de todo corazón. No olvidaré lo que fue encontrar tu lectura precisamente hoy. Me hiciste crecer y me hiciste más fuerte. Gracias

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    1. Sí, la coincidencia me impactó, me hiciste sentir lo que yo sentí con lo mío, o sea, fue, verse reflejada en lo que te sucedió a ti... fue tremendo. y casi... yo es que creo en las señales. Gracias, linda por pasarte. Nos vemos.

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  6. Me encantó!!!!!! Muy lindo tu relato! Te felicito, Saludos compañera

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    1. Muchas gracias, Marcos. Me alegra saber que te gusto. Ciao, compi.

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  7. Supongo que todos los que hemos pasado por una situación parecida terminamos con la carne de gallina...

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    1. Gracias por la visita, Javier. Es cierto. Todos tememos monstruos con los que capear. Saludos, majo.

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  8. Ainhoa, ando agobiada ultimamente porque el tiempo se encoge a mi alrededor peligrosamente impidiéndome hacer lo que quiero y disfrutar de lo que me importa, y hoy te busco a cosa hecha para leerte y me encuentro esto...No sé cómo expresar que este relato es perfecto, simplemente perfecto... Yo sufro a menudo problemas de salud que me hacen escuchar mi voz desde fuera de mi, abandonar mi cuerpo...en fin notarme ausente y extraña y a pesar que de que es una experiencia repetitiva nunca me acostumbro y siempre, siempre tengo miedo. Jamás he leído nada igual...Es muy bueno y espero que no vuelvas a experimentarlo. Saludos

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  9. Yo también lo espero, Alfmega. Lo que pasó ese día, no fue malo del todo, y eso que se llevo mucho pa'lante, pero sin ese día no sería yo. Y tampoco es que yo sea alguien especial, lo que quiero decir es que ayudó mucho a completar mi personalidad. A partir de ese día sé quién soy. Supongo que me pasó como a Delacroix, por eso lo tengo en la cabecera del blog: A veces hay que estropear un poquito el cuadro para terminarlo. Besazos, linda. Gracias por tus palabras, y cuida esa salud. Y cuando te pase... relajación total, ni juicios ni condenas... amiga mía, todos los días no se puede ser valiente. Ciao, cara.

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