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domingo, 26 de agosto de 2012

El diario de Frankenstein

Las posibilidades de desastre me parecían infinitas. Imaginé todas las cosas que podían sucederle a un hombre como yo y de pronto todo se transformó en una monstruosa franja de peligro, una pesadilla de engaños y dificultades. Desde el día que me crearon, supe que la soledad y la pena de no poder convivir con los demás, sería la causa primera de mis desdichas. Era algo tangible cuyos efectos brutales, me llenaban de ira y llanto hasta el punto de enloquecer. Fue entonces que inventé los argumentos por los que debía permanecer aquí, en mi guarida, bajo la espesa capa de hielo ártico. Aunque a veces deseaba escupirle al mundo y a todos sus prejuicios, me contentaba tocando mi flauta apasionadamente y releyendo incansable mis viejos libros. Pero hubo un día en que me sentía tan solo que todo esto, me parecía carente de sentido, y sin detenerme a considerar más tranquilamente el asunto, me dirigí hacia la civilización, sin un resquicio de duda.


Cada día estaba un poco más sucio que el día anterior, y por qué no decirlo, un poco más confundido, pues aunque bien sabía que soy diferente a los demás, esa diferencia resulta incoherente e invisible a unos ojos bondadosos y humanos. Mi confianza empezaba a flaquear. Las calles se enredaban en mi mente como recuerdos lejanos, una y otra vez me hacían sucumbir ante una maraña de pensamientos. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que paseara por ellas por última vez? A mi alrededor, la gente gritaba sudorosa entre risas y aspavientos inútiles. En un ir y venir frenético, carente de sentido del equilibrio, una extraña e imprevisible forma de consuelo festivo, se apoderaba de todos ellos.

Tras felicitarme por mi caracterización, mi vivo retrato sugirió que bebiese con él mientras tropezaba tambaleante con un banco. ¿Qué pasaba en el mundo?, ¿ya no era un monstruo, un malvado engendro de la ciencia, una aberración del egocentrismo humano? Yo soy la demostración viviente de que algo falla en el hombre, por eso y no por mí mismo, tengo que vivir escondido. Empecé a adoptar yo también el disfraz que me habían impuesto y por unas horas me sumergí en las negruras espesas de la gran ciudad.

Supongo que es imposible entrar en la soledad de otro. Sólo podemos intuirla en la medida en que el otro quiere darla a conocer. Observaba absurdamente al gentío, el aire, a pesar de las risas desprendía un aroma a desamparo. Tantos abrazos y bailes de carnaval ocultaban un mensaje tácito: encerrada entre palabras, la soledad muda se expresaba a gritos. Aquellos hombres estaban tan solos como yo. Y decidí volver. Volver a todo lo que conozco, a mi flauta, a mis viejos libros y a mis nuevos pensamientos. Ahora sé que no soy tan distinto y que, desgraciadamente, no soy el hombre más solo del mundo.


El diario de Frankenstein

© Ainhoa Núñez



15 comentarios:

  1. Justo hace poco leí la novela de Mary Shelley, y me sorprendió un montón porque descubrí cosas en la historia que no sabía, como que Frankenstein al principio no es malo, el rechazo de la gente, debido a su aspecto físico, es lo que lo convierte en quien termina siendo.
    Buenísima tu entrada, un saludo

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    1. gracias, Eva, en el fondo, todos un poco Frankenstein. Besitos, guapa.

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  2. La foto está muy bien.
    Saludos.
    Soy Rebeca.

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    1. Cómo te gusta la fotografía. Ciao, preciosas, alguien debería comprarte una buena cámara.

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  3. Sin palabras. La foto uffff una pasada. Con tu permiso comparto esto en mi facebú... me ha parecido fantástico.
    Besos.

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    1. Gracias, Maite, poco a poco, desempolvaré los viejos textos de búho, esto me permite ilustrarlos o hacerle algún tipo de grafismo, al fin al cabo la página es de arte en general. Luego los pasaré a la sección correspondiente del Hada Verde, ahí solo va la literatura.
      La foto es horrible y maravillosa, el ratón, al acercarlo es una vida que nos llega y nos moldea aunque tratemos de evitarlo.
      Bueno, guapa hasta otra. Besitos.

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  4. Muy buenas letras, desde el Frankenstein más humano. Es siempre interesante y emocionante encontrar guiños a los clásicos, como este tuyo.
    Besos

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    1. Tú siempre tan galante, Luis. Me gustan los clásicos (como a ti), a mí, a mi maneraaaaaaaa... Sí la Mary levantase la cabeza...
      Un saludos, ayer por la noche te estaba visitando cuando saltaron los plomos... ¡UN SUSTO!, no sé si era muy fuerte tu trabajo... cuando cené lo intento otra vez.

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  5. Este texto,como todos los tuyos,siempre me impacta en alguna emoción,pero inevitablemente todos tienen un espacio para la ternura escondida...siento que hay una parte purísima tuya,que queda siempre como una impronta.
    te quiero amiga.

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    1. Tú si que me entiendes...
      Te estoy buscando por facebook y por messenger... no te encuentroooo.
      Un beso luna colorada, te quiero.

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  6. Distinto, diferente... en difinitiva, humano.
    Un saludo, Ainhoa.

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    1. Sí, humano a pesar de todo. Gracias por tu visita. Besitos.

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  7. A Mary Shelly le encantaría ver qué es lo que pensaba su "monstruo". Todos somos un poco eso...no?? Todos y todas tenemos algo de Frankestein...algo creado por nosotros mismos, que nos hace diferentes, y al mismo tiempo iguales.
    Un abrazo...muy interesantes palabras...

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    1. Unos más y otros menos, a todos nos han creado, nosotros mismos nos creamos. Vivir, a veces nos convierte en monstruos solitarios. En encantada de verte por aquí. Vi Jane busca trabajo. Encantadora. Tengo que buscar más capítulos. Gracias por la visita y la recomendación. Un abrazo.

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