Celeste
no es un color ni una bóveda majestuosa que cobija y ampara, ni es eterna, ni una
criatura angelical. Celeste es un alma atormentada, una sombra arrepentida, unos
pasos sin sentido ni rumbo huyendo del tumulto de la tempestad. Celeste existe porque
no respira, ni ríe a veces, ni habita, ni se balancea por los mismos círculos
gastados que los demás. Y solo Celeste sabe que todo aquello que los otros creen cierto y asumen no es real. Ni el aire es aire
ni se rompe en brisa, no brilla el sol ni tiene agua el mar. Celeste es la
única que sabe que los vivos que se le aparecen, desconocen que no existen, que
vivieron y dejaron de estar muertos muchos años atrás.
©Ainhoa
Núñez Reyes
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